Cuando se me planteó la posibilidad de colocarme un neuroestimulador que podría ayudarme con la Cefalea en Racimos pensaba que eso no me estaba sucediendo a mi. La función que ejercería en mi cuerpo y los elementos que me introducirían dejaban claro la evolución tecnológica que vivíamos. Me recordaba a esos programas de medicina que daban en la tele mostrando los últimos avances y poniéndolos en práctica con pacientes atrevidos en la camilla de un quirófano. Ahora el protagonista era yo, sería operado y me insertarían su última tecnología para frenar la Cefalea en Racimos, eso sí, sin cámaras de por medio.

Antes de que se produjera la intervención me dediqué a buscar por internet imágenes del aparato que sería colocado, haciéndome a la idea de los nuevos amigos que se me pegarían como una lapa. Un dispositivo, dos cables y ocho electrodos componían el equipo que serían introducidos en mi cuerpo para ganar el partido a la bestia, todo muy moderno, muy tecnológico.

Estaba preparado para adentrarme en el mundo Matrix, me sentía como Neo eligiendo la pastilla roja. Cuando me proporcionaron la mía no llegué a encontrarme ni con Morfeo ni con el traidor de Cipher, tampoco visité ciudad Zion. Quien me visitó fue un intenso dolor cuando me introdujeron la cánula que contenía en su interior los cables con los electrodos. Fue el momento en el que la tecnología y lo humano se daban la mano, la escasa anestesia en mi cuerpo provocó la unión, la corriente estaba en marcha y yo desde la mesa de operaciones era consciente de ello.

Desperté aturdido tras dos horas y media y con una sensación «rara, rara, rara» en mi cabeza, ya se notaba con claridad como los electrodos trabajaban emitiendo su desagradable «hormigueo». Perplejo me quedé nada más salir de quirófano y recibir los complementos exteriores que acompañaban al neuroestimulador. Un cargador para la pila insertada, con su correspondiente cinturón para hacer más cómodo el momento en que te quedes en off, era a priori lo más aparatoso. Pero no, todavía faltaba la sorpresa de la mañana que me acompañaría también en la aventura tecnológica, una especie de móvil «zapatófono» de los primeros que se pusieron a la venta. Servía, entre otras cosas, para cambiar de programa o subir y bajar intensidades, su tamaño desproporcionado.

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Me parecía increíble que con los adelantos que teníamos,  puestos en práctica conmigo mismo al colocarme un neuroestimulador, hubiera tal retraso con el «mando» que me habían proporcionado.

El mundo estaba lleno de aplicaciones móviles que nos facilitan la vida en todo tipo de ámbitos, desde el ocio a la salud estamos rodeados de Apps. ¿Porque me daban esa reliquia más propia de otra época?. Me parecía todo un atraso, y así una idea, un sueño, llegó a nuestra cabeza: Vi factible la posibilidad de que existiera una aplicación que aglutinase las funciones del aparato recibido, incluyendo algunos ingredientes de tipo más social.

Se empezó a trabajar en la idea buscando gente que quisiera colaborar para tal fin. Se habló con empresas tecnológicas, desarrolladores y programadores, testando en las puertas de neurología de varios hospitales la opinión de pacientes portadores de un neuroestimulador con el propósito de saber la verdadera utilidad de una App de esas características.

Fueron muchos los que se apuntaron a colaborar desinteresadamente, otros que si buscaban un interés, hicieron que el sueño se tuviera que aparcar en un cajón con el desarrollo ya elaborado.

El tiempo pasó y las circunstancias quisieron que hubiera que desempolvarlo y volver a presentarlo con las mismas expectativas y utilidades que al principio.

La agencia de comunicación COMSalud es la organizadora de distintos eventos entre los que se encuentran los Juegos de la Salud, congreso en el cual se crean aplicaciones o juegos relacionados con el ámbito de la salud. Presentes en esos actos desde hace un par de años, nos invitó a colaborar con ellos como secretaria técnica en un futuro evento que organizase. Se producirá en el Campus Madrid de Google, y diversos desarrolladores, diseñadores y programadores competirán en el I Hackathon Nacional de Salud presentando distintas aplicaciones de salud que logren mejorar la calidad de vida del paciente.

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Allí estará nuestra quimera, con su conectividad al aparato, su diario de dolor y demás adelantos que facilitará la vida a pacientes con un neuroestimulador implantado.

Esperamos cumplir un sueño que se inició con mi operación y así poder facilitar el día a día a los enfermos con CR y demás pacientes con un neuroestimulador colocado, independientemente de que el mal se encuentre en la cabeza o no.